Es necesario que nos pongamos en su piel, la de unas criaturas que no consiguen comunicar con palabras comprensibles a nuestros oídos que no reciben lo que necesitan. Ofrecerles tiempo y el calor de nuestros brazos es la tarea pendiente.
Los niños no nacen agresivos. Los niños no son naturalmente violentos, ni maleducados, ni coléricos ni irrespetuosos. Tampoco es verdad que los niños sean más agresivos que las niñas, ni que haya edades en que sea "normal" que se relacionen violentamente con los demás. No. Sencillamente todos los niños pequeños reaccionan a su entorno en un modo semejante a como han sido y son tratados.
El tema de la agresividad es dificil de abordar, en primer lugar porque cada uno de los adultos tenemos niveles de tolerancia muy diferentes respecto a las actitudes provocadoras de los demás. Lo que un individuo considera irrespetuoso otro piensa que es una nimiedad, ya que depende de las experiencias vitales de cada uno. Sin embargo, tomaremos el concepto de violencia cuando un niño lastima a otro. El daño puede ser provocado a través de golpes o insultos, aunque también habrá que tomar en cuenta los ataques menos visibles, como la humillación, el desprecio o la indiferencia, modos más sutiles, pero no menos desestabilizadores, que terminan igualmente hiriendo al otro.
¿Qué es lo que provoca que un niño necesite golpear o lastimar a otro? La desesperación. La exasperación por ser amado y tenido en cuenta según sus necesidades bien personales. ¿Acaso el niño pegador es aquél que no es amado? En realidad, sus padres lo aman, pero él no se siente amado, que son dos cosas muy distintas. Antes de desestimar estas ideas y de defendernos a nosotros mismos vociferando que sí amamos a nuestros hijos, hagamos un esfuerzo por pensar este amor, este vínculo que nos une, desde el punto de vista del niño pequeño.
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